Mamografía

Mamografía

Una mamografía es una sencilla prueba que, mediante rayos X, nos permite conocer el estado de las mamas. Gracias a ellas, el desarrollo del cáncer que afecta a esta zona se ha frenado enormemente en las últimas décadas.  Las mamografías son capaces de detectar lesiones en un estado muy incipiente, por lo general hasta dos años antes de que esas lesiones se hagan palpables, lo que permite realizar un tratamiento menos agresivo y evita lesiones mayores.

Índice
  1. Importancia de las mamografías
  2. En qué consiste la prueba
  3. Tipos de pruebas
  4. Duración
  5. Radiación
  6. Edad de las mamografías
  7. Estadísticas de prevención y detección precoz

Importancia de las mamografías

A pesar de que es muy común la utilización de otros métodos, como la autoexploración  o la exploración médica, la eficacia de estos es menor. Mientras que una mamografía permite detectar un 90 % de los tumores, la exploración física se sitúa en torno al 50 %. Es por ello que se necesita de una continua sensibilización e información de las mujeres para alcanzar un alto grado de realización de la prueba, y con ello frenar los niveles de mortandad por cáncer de mama que actualmente existen en nuestra sociedad.

En qué consiste la prueba

Para la realización de la prueba, se utiliza una máquina de rayos X específica para este diagnóstico. La paciente deberá colocarse frente a ella, mientras un técnico especializado coloca una de las mamas sobre una placa transparente y la cubre con otra de las mismas características.

Estas dos placas cumplen una doble función. Por un lado, presionan la mama para comprimirla, lo que permite obtener la imagen más clara con la menor radiación posible. Por otro, la mantienen inmóvil mientras se toma la radiografía. Se realizan dos radiografías por cada mama, una frontal y otra de costado, lo que da un total de cuatro, que serán revisadas por el técnico para asegurarse de que se han tomado bien y no hay necesidad de repetirlas.

Tipos de pruebas

La prueba puede tener como objetivo la búsqueda de signos de cáncer en mujeres que no presentan síntomas, para lo que se realiza el llamado mamograma de detección. En los casos en los que el examen se realiza en  mujeres que sí presentan síntomas, se observa un cambio en los mamogramas de detección, o en algunos casos en los que se examina a mujeres que hayan padecido ya un cáncer de pecho, se lleva a cabo un mamograma de diagnóstico, más exhaustivo que los de detección y en el que se obtiene un número mayor de imágenes.

Otra de las tipologías tiene que ver con el tipo de tecnología usada. La diferencia radica en el uso de aparatos convencionales o digitales para la obtención de la imagen. Aunque el procedimiento digital es cada día más común, tanto la técnica que se utiliza como la precisión y fiabilidad es la misma en ambos casos. Existen, sin embargo, estudios que aconsejan en algunos casos especiales la utilización de la herramienta digital, generalmente debido a aspectos relacionados con la edad de las mujeres, para las que resulta más aconsejable, si su edad es inferior a 50 años o si todavía menstrúan, realizar la mamografía digital.

Resultado de la mamografía

La diferencia fundamental entre la prueba convencional y la digital es la naturaleza y el tratamiento de las imágenes. Mientras que en el primer caso se obtiene una radiografía fotográfica, en el segundo se obtiene una imagen digital, que se almacena en un ordenador. Esta imagen digital permite una mejor manipulación pero, por el contrario, y aunque es generalizada la idea de que utiliza las tres cuartas partes de la radiación convencional, algunos investigadores consideran que con esos niveles de radiación la calidad de la imagen es dudosa. De hecho, en muchos casos es preferible aumentar la radiación para obtener una imagen fiable. Dada la importancia de la prueba, la investigación continúa avanzando para obtener mejores imágenes con el menor daño posible.

Duración

La duración de la prueba suele ser de unos 20 minutos, dependiendo de si se realiza con fines de detección o de diagnóstico. En este último caso, al tener que tomarse un número mayor de imágenes, la duración es ligeramente mayor.

Aunque puede resultar dolorosa en algunos casos, lo general es que se perciba incomodidad, sin llegar a sentir dolor. Se aconseja que se realice la prueba una semana después del periodo menstrual, momento en el que las mamas se encuentran menos sensibles, de manera que se pueda evitar el dolor. En cualquier caso, tan solo se perciben esas sensaciones durante segundos y no son extensibles a todo el periodo de tiempo que dura la prueba.

Radiación

Aunque la radiación es un factor que debe tomarse en cuenta, lo cierto es que no debería ser motivo de alarma. Las dosis que se reciben no son muy elevadas, siendo equivalentes a lo que recibe una persona en un entorno natural en el lapso de siete semanas. No obstante, por este motivo tampoco es aconsejable el abuso de la prueba. Los beneficios que se obtienen son mayores que la radiación recibida, pero es necesario dejar pasar un periodo de tiempo entre pruebas y seguir el consejo del especialista

Edad de las mamografías

Edad para la mamografç´ía

Existen muchas controversias sobre la edad a la que debe comenzarse la realización regular de mamografías. La edad recomendada por la mayoría de especialistas e investigadores se sitúa en torno a los 50 años, con la excepción de las mujeres que tengan algún antecedente familiar. En estas situaciones se suele adelantar a los 40 años. Sin embargo, son pocos los casos en lo que se realiza antes de esa edad, debido principalmente a que los datos obtenidos en diversas investigaciones muestran que las pruebas cuentan con una menor fiabilidad según va disminuyendo la edad de la mujer.

Uno de los principales motivos por los que a menor edad la prueba es menos fiable es la densidad de la mama, ya que a edades más jóvenes la cantidad de tejido glandular es mayor, hecho que provoca que la imagen obtenida sea menos nítida, y que, por tanto, exista una mayor dificultad para detectar una lesión.

Además de la certeza de la prueba, los especialistas deben considerar una serie de factores igualmente problemáticos, entre los que destaca el falso positivo. Esta anomalía consiste en una detección positiva en mujeres que no padecen cáncer, y a consecuencia de ello es posible que se sometan a pruebas y tratamientos innecesarios. Otro factor de importancia es el exceso de radiación que se puede acumular con el paso del tiempo al realizar la prueba de manera periódica.

Así mismo, a partir de los 30 años existe la posibilidad de padecer cáncer de mama, aunque es considerado raro que aparezca antes de los 40. No obstante, es posible y recomendable prestar atención desde una edad temprana, antes de que los riesgos aumenten. Para dicho propósito resulta vital la exploración física, tanto la propia como la del especialista, puesto que algunos estudios han demostrado que la prueba diagnóstica se puede considerar más fiable a edades tempranas que la de detección. De esta manera, es realmente importante y aconsejable estar pendientes de síntomas tempranos a partir de los 30 años, tomándolo como una práctica habitual, pero evitando el exceso de alerta. Hay que tener presentes esas pocas probabilidades que existen. Los casos con antecedentes familiares son más especiales y se recomienda una buena comunicación con el doctor, así como el seguimiento de sus recomendaciones.

Estadísticas de prevención y detección precoz

Si bien la prueba, por los motivos expuestos, suele comenzar a realizarse de manera periódica a partir de los 50 años, lo cierto es que las estadísticas apuntan a un elevado número de diagnósticos positivos a partir de los 35 años. Concretamente la mayoría de los casos diagnosticados se sitúan en edades comprendidas entre los 35 y 80 años, con un pico entre los 45 y 65.

Los datos estadísticos de los que disponemos señalan un lento aumento de las tasas de incidencia y en el número de casos, si bien esto se debe a un mayor control, al diagnóstico precoz y al paulatino envejecimiento de la población. Se estima que el crecimiento es en torno al 1-2 %, y el riesgo de padecerlo de 1 de cada 8 mujeres, con diferencias importantes entre continentes y países.

Aunque el cáncer de mama no puede prevenirse, sí es posible evitar su mortalidad. Estudios con metodologías estrictas arrojan un porcentaje de reducción de la mortalidad de alrededor de un 25-31 % entre las mujeres menos sensibilizadas y hasta un 38-48 % entre mujeres a las que se le han realizado exploraciones. Estos datos, sin embargo, tienen sus limitaciones y son difíciles de aislar, aunque sí dan cierta certeza de la conveniencia de las pruebas y de los consiguientes diagnósticos precoces.

En definitiva, evitar los efectos del cáncer de mama es hoy en día más posible que nunca, gracias a pruebas de gran alcance como las mamografías, que junto con las autoexploraciones y revisiones médicas necesarias prevendrán, en muchas ocasiones, sus devastadores efectos. El gran control y seguimiento que se realiza actualmente produce un aumento en los datos estadísticos de tasas de incidencia. Sin embargo, los datos de reducción de la mortalidad son optimistas y el avance científico continúa su camino.

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