Síndrome de Reiter

Síndrome de Reiter

Se trata de una enfermedad encuadrada dentro de las artritis reactivas, que, a su vez, se clasifican dentro de las espondiloartropatías. Hoy en día, no obstante, el término síndrome de Reiter ha caído en desuso, siendo más correcto referirse a ella simplemente como artritis reactiva.

Es una inflamación articular no supurada (estéril), que afecta a una o pocas articulaciones (mono u oligoarticular) y que aparece tras una infección (no siempre demostrable) gastrointestinal (más frecuente en Europa, África y Asia), o genitourinaria (sobre todo, en Estados Unidos y Gran Bretaña), con un periodo de latencia menor de un mes; se da en un 1-3% de las personas que han padecido dichas infecciones. Sin embargo, no se le puede denominar artritis infecciosa, pues no es posible aislar gérmenes en las articulaciones afectadas.

Clásicamente se ha definido al síndrome de Reiter como la asociación clínica de artritis, uretritis y conjuntivitis .

Tiene una gran carga hereditaria, pues se relaciona con el gen del antígeno de histocompatibilidad (HLA) B27 en un 60-80% de los casos; también existe cierta predisposición familiar a padecer esta enfermedad.

Es más frecuente en adultos jóvenes y, cuando es de origen genitourinario, tiene un ligero predominio en varones.

Índice
  1. ¿Por qué se produce?
  2. Síntomas del síndrome de Reiter
  3. ¿Cómo se diagnostica?
  4. Tratamiento del síndrome de Reiter

¿Por qué se produce?

Ya hemos hablado de la asociación genética que tiene esta enfermedad.

En lo que se refiere a los gérmenes que causan los cuadros que después se complican con la artritis reactiva, los más frecuentes son las bacterias Shigella flexneri, Campylobacter jejuni, y varias especies de Salmonella y Yersinia, en el caso de las infecciones digestivas. En las genitourinarias, los principales son la Chlamydia trachomatis y el Ureaplasma urealyticum, también bacterias.

Como ya hemos señalado, la enfermedad se manifiesta, generalmente, un tiempo después de padecer una infección, la cual se transmite, bien por vía oral, o bien por vía sexual, según sea digestiva o genitourinaria, respectivamente.

No se conoce con exactitud el mecanismo de producción de las artritis reactivas, aunque es bastante probable que éstas sean consecuencia de reacciones autoinmunes (es decir, del sistema inmunológico del enfermo frente a sus propios antígenos) contra antígenos de las articulaciones que guarden similitud con los bacterianos. Se piensa que el HLA B27 juega un papel en la presentación de dichos antígenos a los linfocitos T.

Esta enfermedad es, especialmente, frecuente en los pacientes afectos de sida, sobre todo la forma de origen urogenital.

Síntomas del síndrome de Reiter

Es frecuente la aparición de síntomas generales, como malestar, fiebre, fatiga y pérdida de peso.

En la mayor parte de los casos existe como antecedente una infección (que se manifiesta, generalmente, en forma de diarrea o de síntomas urogenitales, según sea su origen), aunque en una importante minoría ésta no es demostrable; conviene reseñar que la intensidad de la infección previa no concuerda necesariamente con la intensidad de la clínica artrítica.

Lo que domina el cuadro suele ser la afectación articular (artritis). Ésta normalmente comienza de forma brusca e intensa, y en una o pocas articulaciones, de manera asimétrica, sobre todo de los miembros inferiores (rodillas, tobillos y pies).

Frecuentemente aparecen dolor intenso y derrames articulares (especialmente, en la rodilla). Puede observarse también, en ocasiones, el llamado "dedo en salchicha" (dactilitis), que es la tumefacción difusa de un dedo del pie o la mano; esta última característica la comparte esta enfermedad con la artritis psoriásica. La tendinitis, o inflamación de un tendón, puede producir talalgia (dolor del talón), por afectación del tendón de Aquiles.

La presencia de dolor lumbar puede deberse a artritis de las articulaciones de la columna vertebral, a sacroileítis (inflamación de las articulaciones de los huesos sacro e ilíaco), a inflamación de zonas de inserción de músculos o a espasmos de éstos.

Existen también manifestaciones extraarticulares, que son fundamentalmente oculares, urogenitales, y de piel y mucosas.

Respecto a las alteraciones oculares, aparece frecuentemente una conjuntivitis leve y transitoria, que, incluso, puede pasarinadvertida; más raramente se dan casos de uveítis anterior grave, que ocasionalmente causa ceguera.

Las lesiones urogenitales pueden manifestarse a lo largo de toda la enfermedad, es decir, durante la fase infecciosa desencadenante o durante la fase reactiva (ocurre de igual forma con la diarrea). Éstas consisten, sobre todo, en uretritis, y, en varones, prostatitis, mientras que en mujeres, cistitis, cervicitis y salpingitis.

Son frecuentes las manifestaciones en piel y mucosas, destacando las úlceras de la cavidad bucal, que suelen ser asintomáticas; también pueden aparecer alteraciones en las uñas, con hiperqueratosis (de forma similar a como ocurre en alguna forma de psoriasis). Es característica la llamada queratodermia blenorrágica, que consiste en acúmulos de vesículas en la piel con hiperqueratosis, que evolucionan a costras y luego desaparecen, y que es especialmente frecuente en las palmas de las manos y en las plantas de los pies. La queratodermia blenorrágica es más grave en enfermos de sida. La balanitis circinada es la aparición en el glande de vesículas que se rompen, dando lugar a lesiones erosivas e indoloras.

Con muy poca frecuencia se da en esta enfermedad afectación del corazón, del sistema nervioso o de los pulmones.

En la mayor parte de los pacientes (60%), la enfermedad cronifica o tiene recurrencias, a costa sobre todo de episodios de síntomas articulares; es frecuente que dichos síntomas obliguen al paciente a cambiar de trabajo o a abandonarlo.

La evolución de la enfermedad es peor en los pacientes que dan positivo en el HLA B27; sin embargo, se ha contemplado la posibilidad de que haya menor tendencia a la cronicidad en los casos desencadenados por una infección por la bacteria Yersinia.

Síntomas del Síndrome de Reiter

¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico de esta enfermedad es, fundamentalmente, clínico, siendo muy importantes la historia clínica y la exploración física, que pondrán de manifiesto un cuadro articular compatible con el descrito, asociado a alguna otra de las manifestaciones típicas ya nombradas.

Respecto a datos de laboratorio, durante las fases inflamatorias se encuentran elevados la velocidad de sedimentación globular y los reactantes de fase aguda en el análisis de sangre. En algunos casos puede existir anemia.

Cuando se inicia la afectación articular, de la infección desencadenante sólo quedan como dato identificador (y no en todos los casos) los hallazgos de las pruebas serológicas (existencia de determinados anticuerpos). Si se analiza el líquido sinovial de las articulaciones afectas, éste muestra alteraciones inflamatorias inespecíficas.

En el 60-80% de los casos se da para el HLA B27.

Radiológicamente no suelen aparecer alteraciones hasta las fases avanzadas de la enfermedad, encontrándose entonces anomalías articulares, como erosiones, disminución del espacio articular...

La principal enfermedad a tener en cuenta a la hora de realizar el diagnóstico diferencial es la artritis psoriásica, y, si existe un origen urogenital, también conviene considerar la gonococia. En algunos casos es necesario descartar una espondilitis anquilosante.

Tratamiento del síndrome de Reiter

Actualmente no se dispone de ningún tratamiento específico curativo para esta enfermedad, lográndose el control de las manifestaciones articulares con el uso de antiinflamatorios no esteroideos (AINE), fundamentalmente la indometacina.

En las formas graves o refractarias se pueden usar fenilbutazona (otro AINE) o inmunosupresores, como el metrotexate, la azatioprina o la sulfasalacina.

Los corticoides no se usan de forma sistémica, sino sólo de forma intralesional, siendo así eficaces, por ejemplo, para el control de la tendinitis o de la uveítis.

Los antibióticos sólo se muestran útiles en los casos en los que la infección desencadenante es la bacteria Chlamydia (el antibiótico adecuado entonces es una tetraciclina).

Las complicaciones se tratan generalmente de forma sintomática.

Son muy importantes la tranquilidad y el reposo del paciente, el cual debe de estar informado de cual es el curso más probable de su enfermedad.

También son adecuados la fisioterapia y el control continuo.

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