Estrés
Intentar dar una definición de estrés es muy difícil ya que son muchos los autores que han tratado de hacerlo desde diferentes puntos de vista. En términos generales podríamos hablar de estrés como un estado de hiperactividad del organismo producido, bien por situaciones intensas que nos generan ansiedad, bien por pequeñas circunstancias de la vida diaria, pero mantenidas en el tiempo, que movilizan mecanismos de defensa para preservar el equilibrio del propio organismo (lo que en términos técnicos se denomina homeostasis).
- Hay una primera fase denominada de Alarma activada cuando el organismo identifica la situación estresante. Ante esta primera reacción hay dos fases: el shock y el contrashock. La primera respuesta es inmediata y produce una combinación de varios síntomas fisiológicos: tensión arterial, se acelera el latido del corazón, sequedad de boca... A este periodo se le denomina shock, luego comienza el contrashock, que es cuando el cuerpo moviliza sus defensas.
- En la segunda fase o etapa de Resistencia, estamos tan concentrados en tomar una decisión que no notamos las sensaciones físicas aunque nos moleste el zapato porque es nuevo y nos aprieta.
- La última fase es la de Agotamiento, estado al que nunca se debería llegar. Cuando un suceso estresante es muy severo o prolongado los síntomas iniciales reaparecen y el cuerpo continuará en el nivel de alta activación durante mucho tiempo, demandándole cada vez más.
¿Por qué y cómo se produce?
Ante una situación se genera una primera evaluación por parte del individuo que es automática y que produce respuestas fisiológicas iniciales. Si no se percibe como amenaza, no hay respuesta de estrés y el organismo se vuelve a estabilizar, después de un pequeño susto.
Sin embargo si se percibe como amenaza se produce otra fase de evaluación, ésta más controlada, en la cual se calculan las demandas de la situación y la estimación de los recursos para así ejecutar los comportamientos de afrontamiento.
Si estas conductas de afrontamiento tienen consecuencias positivas y nos permite obtener una valoración adecuada de control y superación de la situación estresante el organismo volverá a su equilibrio natural. Si las respuestas no son evaluadas como positivas, ya que no se obtienen los resultados esperados, volverán de nuevo las respuestas fisiológicas de estrés activando el organismo con nuevas demandas.
El hipotálamo, núcleo físico que percibe la amenaza o el peligro, activa la respuesta fisiológica de estrés eligiendo entre diferentes ejes (eje I, II y III): el eje neural, el neuroendocrino y el endocrino.
Dependiendo de hacia dónde derive la activación, determinados órganos estarán más activados que otros (por ejemplo, la musculatura, el sistema circulatorio, el aparato digestivo...) y éstos son los órganos diana.
Si cada vez que identificamos un estresor se activa un órgano diana diferente (a veces el corazón, otras el estómago) éstos podrán ir descasando de las demandas que el estrés los exige; pero si cada vez que activamos el organismo quien sufre es el corazón, tenemos más probabilidades de sufrir una enfermedad coronaria que otras personas, en igualdad de condiciones, que no sufren estrés.
Consecuencias del estrés
Cuando el estrés dispara de manera inmediata el organismo desencadena un incremento en el Sistema Nervioso Central y Periférico (eje I o neural). Lo que se traduce en aumento de la respiración, del ritmo cardíaco, la presión arterial así como el aumento de la tensión de los músculos del cuerpo a los que prepara para una reacción de huida. La activación de este eje no suele tener más consecuencias ya que esta situación no puede mantenerse durante mucho tiempo.
Si el estrés es continuado es cuando se activa el eje II o neuroendocrino, produciendo aumento, entre otros, en la presión arterial, en el aporte sanguíneo al cerebro, en la cantidad de sangre expulsada en cada latido del corazón. Disminuye el riego sanguíneo en la piel, en los riñones, en el sistema gastrointestinal. Todo esto incrementa el riesgo de hipertensión, formación de trombos, anginas de pecho, arritmias o incluso muerte súbita por arritmia letal.
Cuando se activa el eje III o endocrino es porque la tensión es mucho más mantenida e intensa. Los efectos de este eje son más lentos pero también más duraderos. Incrementa la producción de glucosa o de urea entre otros, aumenta la irritación gástrica, la susceptibilidad a procesos arterio-escleróticos. Suprime los mecanismos inmunológicos y el apetito. Desarrolla sentimientos asociados a depresión, indefensión, desesperanza y pérdida de control.
¿Cómo se diagnostica?
Generalmente las personas no acudimos al psicólogo directamente porque pensamos que tenemos estrés, como puede ocurrir cuando estornudamos y le decimos al médico que estamos constipados. Las primeras consecuencias del estrés suelen ser agotamiento, dolor de estómago, palpitaciones, dependiendo del órgano diana sobre el cual recaiga la activación del estrés. Por lo tanto son o bien los médicos generales o los especialistas de las diferentes patologías los que derivan al sujeto al psicólogo para el análisis de un posible trastorno de estrés que es el origen de las diferentes anomalías presentadas.
El psicólogo debe realizar un inventario de experiencias que le han acaecido en su vida en el último año, en los dos últimos o desde que comenzaran sus trastornos estomacales, ya que el estrés es acumulativo. El objetivo es identificar si el origen del estrés reside en una situación puntual pero intensa que aún no ha podido superar (por ejemplo la muerte de un cónyuge) o se trata de una circunstancia más prolongada en el tiempo, como puede ser el cuidado de un familiar cercano que se encuentra enfermo.
Este análisis nos es útil para saber si realmente hay situaciones objetivas que le produzcan estrés o, en su caso si hay una tendencia a interpretar los sucesos desmesuradamente. Si así fuera, sería necesario distinguir qué tipos de pensamientos emite en qué variedad de situaciones para concretar, en definitiva, el estresor que origina la activación física posterior. Dependiendo de esta diferenciación en el origen del estrés (bien interno o externo) se elegirán unas técnicas u otras en el tratamiento psicológico.
Por otro lado es muy importante analizar las consecuencias, cuál de ellas padece y en qué intensidad (ligero, moderado, extremo) con el objetivo de personalizar, al máximo posible, el diagnóstico de estrés.También es preciso hacer una relación de qué solución o soluciones ha llevado a cabo en las experiencias vividas como estresantes así como las consecuencias que éstas han tenido en su entorno, en los síntomas que padece y en su forma de reinterpretar todo lo sucedido.
Tratamiento para el estrés
En algunos casos se necesitará una medicación específica como tranquilizantes o ansiolíticos, que deberá recetar su médico de cabecera o psiquiatra. Si el estrés está somatizado dañando algún órgano diana, también será conveniente la farmacología específica de la dolencia bien para el estómago, el corazón, los dolores de cabeza...
Si bien esta medicación es cierto que ayuda a sentirse mejor no debe ser el único procedimiento a seguir. No olvidemos que el tratamiento farmacológico debe ser puntual y no continuar más allá de lo necesario. Si al mismo tiempo que se toma la medicina no se ha seguido en paralelo el tratamiento psicológico necesario que le permita mejorar el control de las situaciones de estrés se corre el riesgo de que, nada más acabar con la medicación, se vuelva a recaer a poco que se produzca una situación similar a la que desencadenó el proceso previo.
Desde el punto de vista psicológico, lo primero que habrá que hacer es un diagnóstico (según se explicó en el apartado anterior) lo más exacto posible de su problema para así prescribir un tratamiento psicológico individualizado a su caso. Básicamente el tratamiento psicológico consiste en enseñar una serie de técnicas que le permitan superar sus molestias, no sólo de forma puntual en la situación concreta que ahora sufre, sino también en otras que pudieran ocurrir con posterioridad.
Evitar el estrés
La prevención del estrés pasa por el conocimiento. Conocimiento de uno mismo (de su cuerpo, sus pensamientos, sus reacciones, su personalidad...) y de la realidad que le toca vivir. De esta forma usted puede hacer un listado de los acontecimientos habituales que se producen en su vida en un análisis realizado con cierta asiduidad. De tal manera se consigue determinada familiaridad con los hechos (con los sentimientos y pensamientos que desencadenan), así como con los cambios que suponen. También se acostumbra a anticiparse a estos eventos y poder planificarlos de antemano siempre que sea posible.
A la hora de la planificación es necesario que piense la mejor forma de adaptarse a esos cambios, que dedique todo el tiempo necesario para tomar la decisión y, cuando haya que llevarla a cabo, debe hacerlo de la forma más calmada posible.
No podemos olvidar que la primera vez que hacemos algo no nos sale todo lo bien que deseamos y no es sino a través de la práctica como conseguimos los objetivos de la forma más adecuada y en el tiempo justo. Recuerde, si tiene carnet de conducir, en la primera vez que aparcó su coche y en cómo y cuánto tardó en hacerlo tras varios años de experiencia al volante.
Para ello es necesario que se tome los quehaceres de la vida como algo que forma parte de su cotidianidad y no como un problema insalvable o con la confianza de fracasar en el intento. Recuerde que de los errores que uno comete se debe aprender.
Para empezar con todas estas recomendaciones, sería conveniente que reflexionara sobre las actividades que realiza a lo largo de la semana. Para ello anote diariamente cuánto tiempo dedica a realizar las siguientes cosas: dormir, comer, aseo, trabajar, ocio, familia, amigos, otras... (añada todas aquellas que usted crea necesario).
También sería conveniente analizar sus hábitos. Por ejemplo, dedica tres horas a alimentarse pero ¿Qué come? ¿Es una dieta equilibrada? ¿Trabaja mientras come?... Quizá tiene al día dos horas de ocio, pero ¿Las dedica a ver la televisión? ¿Se va a realizar con los amigos algún deporte...?
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